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miércoles, 28 de enero de 2015

Kairós Engañar el hambre: burlar a la sociedad

Existen maneras. Las más dichosas son las sustentadas en las posibilidades de disfrutar de unos buenos <entremets, entre le rôti et le dessert ou entremets sucrés servis, en principe, avant le fromage>: deliciosos y pequeños platillos que se acostumbran en las buenas comidas francesas. Aunque en este caso sea más preciso hablar de <complementar> la alimentación, más que burlar el apetito. Otras formas son no sólo dichosas al <calmar el hambre>, sino peligrosas. Ante la imposibilidad de comer adecuadamente cada cuatro horas, millones de mexicanos distraen el hambre con golosinas dulces y saladas que han contribuido severamente a los problemas de sobrepeso que azota a la población mexicana. La llamada comida chatarra juega un papel determinante en esta cuestión.

 
Es cierto que muchos mexicanos viven engañando su apetito. Son aquellos que, sobre todo en los medios suburbanos, carecen de alimentos y engullen apenas unos cuantos bocados al día. O pasan días sin comer. En el medio rural es menor el número de las familias famélicas, pues existen más posibilidades de agenciarse casi gratuitamente algunos alimentos. No obstante, en ambos espacios geográficos existen familias que sufren la desnutrición por imposibilidad de comprar alimentos. Son aquellos mexicanos que han sido clasificados como miserables. Son millones.
 
El problema central en el país es la malnutrición. Por fortuna, México no ha padecido problemas de hambrunas. La generosidad de la naturaleza y la forma de ser de los mexicanos han podido hacer que propiamente todos podamos comer siempre, y con pocos esfuerzos. China e India sí han conocido, como algunos otros países africanos, problemas severos de hambre. En ambos casos los dos grandes países, hoy potencias mundiales en ciernes, han salido de ese terrible problema con medidas de mercado, no con políticas de gobierno como proveedor de alimentos. Es en la exhuberancia cultural latinoamericana en donde han surgido programas derivados de consignas electorales que apuntan a eliminar el hambre en países en donde dicho problema no existe como mal central.
 
No es que no existan países en América Latina con personas que sufren carencias alimentarias. Pero estas dificultades no llegan a constituir un problema social que incida de manera determinante en el desarrollo del resto del país. Primero Brasil lanzó su famoso programa Fome Zero que nunca funcionó y que fue sustituido por una copia del programa mexicano Oportunidades. Llama la atención que los programas sociales diseñados en nuestro país han sido copiados y llevados a la práctica con mucho más fortuna en otros países, Chile y Brasil como ejemplos. Antes ya la India recogió como suya la experiencia del manejo de la CONASUPO.
 
Sin Hambre fue bautizado el programa social insignia de lo que marcaría como novedad el regreso del PRI al gobierno federal. Un <programa de nueva generación> encargado de demostrar que ellos, los priistas son las <meras chuchas cuereras> cuando de programas sociales se trata. A borrar lo hecho por los inútiles panistas, parece que era la consigna. Las evaluaciones del funcionamiento y resultados del programa Sin Hambre realizados por el Consejo Nacional de Evaluación y otros organismos independientes encargados de estas tareas muestran su fracaso. Por el momento señalan sus incapacidades. Pero al final se tendrá el fruto amargo de la frustración completa. Son varias las causas de este final previamente anunciado por diferentes analistas profesionales.
 
En el origen están tanto la ausencia de diagnósticos profesionales sobre el problema del hambre, sus magnitudes, sus ubicaciones geográficas, sus soluciones. En ningún momento durante los años previos y durante las campañas presidenciales el <problema del hambre> constituyó un desafío prioritario para la sociedad mexicana y para sus gobiernos. Así que su colocación como política pública salió de la chistera del <mago> Enrique Peña Nieto. Y para erradicar ese mal colocó a la no menos <bruja> Rosario Robles y un grupo de funcionarios en SEDESOL sin conocimiento profesional sobre economía y desarrollo social. Todos ellos, como la misma secretaria, cuentan con experiencia política y manejo de grupos para cuestiones electorales. De golpe, esta administración rompió con una breve tradición de manejar esa secretaría con verdaderos profesionales interesados en resolver problemas sociales que hieren como lacras las dignidades de millones de mexicanos.
 
Muy a regañadientes y de manera tardía la promoción gubernamental hubo de reconocer que el programa Oportunidades era un éxito. Tanto el presidente como la secretaria lo dijeron también públicamente. Pero se empeñaron en cambiar el nombre, su funcionamiento, su contenido además de agregar nuevos programas que, afirmaron, romperían al fin con el carácter asistencialista de las tareas de la SEDESOL. Deformaron el programa exitoso. Ahora existen resultados evaluados profesionalmente que constatan que no existió el famoso <cambio de paradigma> propuesto por la administración peñanietista.
 
La famosa Cruzada Nacional contra el Hambre tiene errores de diseño, es decir de estrategia y de operatividad. Causaría risa, si no fuera una tragedia, que ni siquiera fueron capaces de definir conceptos básicos como el del su principal enemigo: <el hambre>. Sus programas han sido calificados como deficientes por evaluadores independientes. Y las acciones que sustentaban el cambio de paradigma hacia programas que incluyen las actividades laborales y productivas carecen del presupuesto adecuado. Y esto a pesar del aumento general presupuestal de la Cruzada que subió de casi 315 mil millones a más de 326 mil millones. Oportunidades, ahora llamado Progresa, el más eficaz programa, bajó de presupuesto de 75 mil a 74 mil millones de pesos. (El análisis más detallado lo puede leer enCruzada Sin Hambre…y sin rumbo. Martha Martínez. Revista Reforma.25 de enero de 2015).
 
El llamado combate a la pobreza, sobre todo la tristemente célebre llamada Cruzada, carece de ideas claras sobre su mismo objeto de estudio y solución. Sin embargo, los programas diseñados durante las administraciones panistas contaron con bases metodológicas y conceptuales que permitían, además de las evaluaciones independientes que señalaron de manera clara sus equivocaciones o malos funcionamientos, entender y comprender el fenómeno y los alcances que se autoimponían con su operación los funcionarios encargados.
 
A falta de erradicar totalmente la pobreza, (que dicho sea de paso, nunca fue el objetivo del programa) lograron, en general, romper con la transmisión hereditaria de la misma, vía la alimentación adecuada y la asistencia obligada a la escuela. La ruptura generacional de la pobreza requiere de asistencia técnica y especializada. Jamás los programas de desarrollo social, en sus documentos internos, desde el tiempo de Ernesto Zedillo hasta Felipe Calderón, propusieron formar clases medias. Este es un problema mayor. Este significa enfrentar la desigualdad con su expresión más evidente: la exclusión en todas sus formas. Por definición, el combate a la pobreza, hambre incluida, requiere de asistencialismo: es inevitable. El problema no se resuelve sólo instalando comedores, sino rompiendo la transmisión malnutricional entre madres e hijos y continuando con la alimentación adecuada durante la infancia primera. Esta es la base, junto con la escolaridad de calidad, desde donde despega la formación de capital humano apto para el desarrollo, porque incide directamente sobre la formación del cerebro. Y en este propósito, no sin dificultades, los éxitos de Oportunidades han sido notables.
 
Formar capital humano sano y bien educado debiera ser el propósito central, único que definiera la existencia de las secretarías de Desarrollo Social y de Educación. Ir más allá resulta inconveniente pues se dispersan los objetivos y los recursos. La formación de habilidades laborales, productivas así como la formación de capital social, es decir, el capital que consiste en desarrollar las habilidades y conocimientos gerenciales para crear y acrecentar las cooperativas o micro, pequeñas y medianas empresas exige de otras personas con otras capacidades. ¿Cómo quiere la SEDESOL formar habilidades y capacidades profesionales, así como habilidades gerenciales si su propia organización adolece de esos atributos? Dicho esto sin dejar de reconocer que actualmente y después de tantos años dicha secretaría cuenta con cuadros y operadores de mejor calidad que los integrantes de las secretarías de desarrollo social pertenecientes a los gobiernos de los estados y algunos municipios.
 
Así como ahora se reconoce que, para resolver el problema de la pobreza ha sido necesario subclasificarla en diferentes <tipos de pobreza>, así mismo es necesario definir diferentes <tipos de hambre>, localizarlos en el tejido social y en los espacios geográficos para atacar este mal. La primera definición (y la única) de las líneas de acción, Cruzada contra el Hambre, tiene un fuerte tufo electoral que ahora se pondrá en evidencia. Las mejores luces de la titular, Rosario Robles, son de tipo político-electoral y de esa manera ha venido comportándose. Todo augura un sexenio perdido en este tema del desarrollo de capital humano, es decir, primeramente, de los cerebros de los niños, tan sensible para el país.
 
Existen genes que no se modifican: las televisiones que regala ahora el gobierno de Enrique Peña Nieto están siendo vendidas por sus supuestos beneficiarios. Las televisiones las entrega otra secretaría, la de Comunicaciones y Transportes. Pero el clientelismo del PRI predispone conductas que parecían haber sido erradicadas, o por lo menos menguadas, en los doce años de gobiernos panistas. Ni modo manito, a seguirle dando vuelo a la compra de votos. No se distrae el hambre de los necesitados con la Cruzada: con este programa, los funcionarios federales se burlan de la sociedad.

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